El médico y devoto José Gregorio Hernández (1864-1919), académico, científico y franciscano seglar, parte del culto popular religioso latinoamericano y símbolo por excelencia de la fe cristiana en Venezuela, será finalmente beatificado este viernes 30 de abril, en una ceremonia que tendrá lugar en la Iglesia del Colegio La Salle, en Caracas, y que será transmitida en cadena nacional de radio y televisión.
El acto, que podrá ser visto vía streaming por la Conferencia Episcopal Venezolana y la Arquidiócesis de Caracas, se llevará a cabo durante la segunda ola de la pandemia “tomando todas las medidas de bioseguridad”, afirmó la ministra de Interior y de Justicia, Carmen Meléndez.
“La beatificación de José Gregorio llega en un momento particularmente oportuno”, dijo monseñor Baltasar Porras, presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, aludiendo al agravamiento de la pandemia en Venezuela y al retraso en la llegada de las vacunas por parte del Gobierno de Maduro. El secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolín, que había confirmado su presencia en la ceremonia, se excusó en el último momento por el aumento de los contagios. El Papa Francisco había autorizado la beatificación del médico venezolano el 13 de junio del año pasado.
La esperada beatificación de José Gregorio Hernández ha sido recibida con enorme júbilo por la comunidad católica venezolana, una amplísima mayoría en el país. Supone una de las escasas ocasiones en las cuales el consenso se impone a los tóxicos efectos de la polarización política como una circunstancia crónica de la vida nacional. Las autoridades religiosas, la plana dirigente del chavismo y el activismo de la oposición han asumido la iniciativa como propia y han invitado a la población a sumarse al acto.
Nacido en Isnotu, estado de Trujillo, en los Andes venezolanos, Hernández hizo sus estudios secundarios en Caracas y en 1888 se tituló como médico en la Universidad Central de Venezuela, la más antigua e importante del país. Al año siguiente partió a Francia para especializarse en los laboratorios de Charles Robert Richet, y cursó también estudios en Berlín. En 1891, regresa a Caracas para fundar las cátedras de Histología, Patología, Fisiología Experimental, y Bacteriología -esta última es la primera en su tipo en toda América Latina- en la UCV y en el Hospital Vargas de Caracas.
Autor de numerosos trabajos científicos y de investigación médica, cofundador de la Academia Nacional de Medicina y todo un símbolo en el ejercicio de la enseñanza de la ciencia en el país, José Gregorio Hernández fue quién introdujo el uso del microscopio y otros instrumentos de práctica cotidiana en la atención a pacientes. Hernández publicó también algunas crónicas y ensayos literarios en El Cojo Ilustrado, la revista cultural más importante del momento en Venezuela.
Mientras acumulaba méritos académicos y se ganaba el respeto de todos por su nobleza y credenciales profesionales, José Gregorio Hernández profundizaba con devoción en su fe católica y sus estudios religiosos. En 1908 fue admitido en el Monasterio Cartuja de Farneta, en Italia, aunque lo tuvo que abandonar meses después por complicaciones de salud. En 1909 ingresó al Seminario Santa Rosa de Lima, en Caracas. También formó parte del Pontificio Colegio Pío Latinoamericano, en Roma, en 1913. En la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced de los Frailes Capuchinos, Hernández hizo votos de franciscano seglar.
En Caracas, en particular, es muy recordada su labor abnegada atendiendo a enfermos durante la pandemia de 1918, conocida como “la gripe española”, que se cobró millones de víctimas en el país.
José Gregorio Hernández murió arrollado accidentalmente por uno de los pocos automóviles existentes en la Caracas de 1919. Su desafortunada e inesperada muerte produjo una enorme consternación. Su sepelio fue una recordada demostración de duelo en las calles. Muy rápidamente su memoria comenzó a ser objeto de culto popular, en el símbolo de la esperanza del enfermo frente a la muerte, y se le atribuyeron numerosos milagros.
La estampa de José Gregorio Hernández preside muchos centros de salud pública y ha sido representada en numerosos trabajos gráficos e intervenciones artísticas. Su vida ha sido recreada varias veces en seriados televisivos. Su figura ha sido usada también en rituales de santería, comunes en zonas populares deprimidas del país, un hecho que es severamente sancionado por los sacerdotes.