Wismar Marval/
Arrastrándose trabajosamente fuera del automóvil azul Daewo modelo Cielo, (vaya paradoja) malherido , el hombre trataba de buscar el aire que le faltaba, la vida que se le ahoga y se quiere escapar, se encontraba al borde de la calle principal de la urbanización San Esteban de Puerto Cabello estado Carabobo.
En este popular sector, en el que sospechosamente nadie vio nada, a excepción de quien sostuviera entre sus brazos y lo alzara para intentar socorrerlo inútilmente, porque nadie pudo hacer en el Hospital “Adolfo Prince Lara”, su cerebro ya estaba sin oxígeno. Pudo hablar eso sí, solo para añadir a su trágica muerte oscuros ribetes de misterio. “quítenme la bolsa, quítenmela se me va la vida” dicen que lo escucharon delirar con las pocas fuerzas que le quedaba. Pero la bolsa, la que muchos aseguran haber visto nunca apareció. Oficialmente hay un muerto por hipoxia cerebral, una víctima de robo que muere por estrangulamiento. Sólo que un detalle trastocó en escandalo lo que pudo haber sido un caso más para la estadística criminal; el muerto se llamaba William Guerra, mejor dicho Monseñor William Guerra, vicario de la Diócesis de Puerto Cabello, el presbítero de mayor rango después del obispo en la ciudad.
Serían las doce de la medianoche el sábado 28 de marzo de 1.998 cuando Tomas Marcano, sindicalista del Hospital “Adolfo Prince Lara” detuvo el taxi en el que se trasladaba para auxiliar al hombre que prácticamente agonizaba en la avenida principal de la urbanización San Esteba. En el camino le oyó hablar de la bolsa y a partir de entonces la gente de la zona apareció curiosa para ver el carro, la famosa bolsa y hasta la botella rota que abrió tres heridas leves en la piel el clérigo
Antes, nada había vito. De inmediato la indignación, los clamores de fin de mundo, en este país matan hasta los curas decían algunos, El escándalo vendría más tarde. El Comisario de la Policía Técnica Judicial Ptj en ese entonces, Ismael Noguera se puso al frente de la investigación, acordonaron el estado en la red tendida por el cuerpo policial cayo un menor de edad que, fuera de sus cabales, se dice que drogado, alegraba sus días en una playa cometiendo la torpeza de conservar. ¿Cómo recuerdo? Los documentos de identidad, la cartera y hasta los aparejos de oficio de su víctima. Atrapado al regreso, a su llegada a la urbanización San Esteban y con pruebas que lo condenan en sus manos, el chico de 14 años, no tardo en abrir la boca y cantarlo todo, incluidas las señas de quien fuera su cómplice en el crimen.
Víctor Mendoza, conocido como el “Vitico” se convirtió en el malandro más buscado de Carabobo en cuestión de horas. Las autoridades policiales colocaron carteles al estilo oeste en todo Carabobo, forraron todo el estado con afiches de “Se busca alias el Vitico”. El jefe de la Brigada Motorizada de la Policía de Carabobo de apellido Romero en compañía de 50 funcionarios en vehículos de dos ruedas se metían por veredas, callejones, buscando como “palito ´e romero” al homicida.
La familia del criminal, gente humilde, que toleraban de alguna manera las malas andanzas y tropelías por el bajo mundo, pero esta vez el muchacho recién entrado en la mayoría de edad, había ido demasiado lejos. “Que se lo lleve el diablo” se le oyó decir a la abuela. No hubo casa que lo recibiera. Solo con el temor de recibir un balazo quo según versiones de ser silenciado por aquellos que le encomendaron el asunto del incomodo cura. “Vitico” cansado de andar en círculos, de pasarse la colas, de patear las calurosa y para él peligrosas calle de Puerto Cabello, tomo una decisión, rendirse ante la Unidad Móvil de Radio Puerto Cabello 1290 Am. En esta unidad iba la comunicadora social Carmen Evelyn Arráez, acompañada de Carlos Parada y del gráfico de Notitarde Alfredo Araujo. “Lo que menos esperaba era que ese muchacho iba a aparecerse por allí y menos a entregarse” dijo Carmen Evelyn, quien micrófono en mano realizaba recorrido por los sectores de El Milagro, y la Belisa rastreando pistas sobre el paradero de “El Vitico”. La móvil de Radio Puerto Cabello siempre andaba a la caza la noticia y ese día Arráez, Parada y Araujo escuchaban dentro del vehículo el Programa “Cafecito Caliente” de Argenis Salazar, de repente, Arráez se baja del vehículo y empieza a conversar con un vecino del sector que resulto ser tío del párvulo homicida, de repente, sale un joven sudoroso, nervioso y se le acerca y le dice; “ Yo soy, Yo soy, yo soy Vitico” se acercó temeroso el joven a la comunicadora social,
Carmen Evelyn Arráez tuvo entonces, de manera fortuita, la primicia y el susto de su vida: “Tenía un periódico doblada debajo del brazo, como si ocultara algo, la verdad es que me dio mucho miedo, no sabía si tenía un arma o cual era su intención, pedía que algún familiar lo acompañara en el carro, pero ninguna quiso hacerlo, al principio se negaba a declarar, no quería que lo grabaran, Arrancamos y nos estacionamos más adelante a un costado de la avenida Salom, allí conversé con él y lo convencí de que antes de entregarlo era mejor que quedara constancia de las condiciones en que lo hacía, de que estaba vivo. De repente pasó una patrulla y se asustó, nos asustamos… entonces aceptó, hablar, pero quería escucharse, de manera que pasamos una transmisión en vivo mientras grabábamos la declaración y luego lo llevamos a PTJ. Después de eso no hablo más con ningún otro periodista”.
Que estaba arrepentido dijo. Que no sabía a quién asfixiaba, que había pensado en el suicidio por el peso de su conciencia, que le avergonzaba mirar a su madre a su hijo de un año a la cara, que no fue su culpa, que estaba bajo los efectos del alcohol y que le trajeran en el acto a un fiscal del Ministerio Público. Todo eso lo dijo al aire antes de que arrojaran sin mayores mediaciones a una celda y el caso quedara cerrado con un homicida declarado convicto y confeso.
El Gobernador Henrique Salas Feo, ponía en duda la investigación del cuerpo dirigido por comisario Ismael Noguera, no se había precisado si el móvil fue robo, pues esta versión de la bolsa plástica y luna liga encontrada en el interior del vehículo de monseñor, asimismo el portero del edificio donde residía el prelado apareció 24 horas después dando una versión de lo ocurrido, además está el mismo hechos que el principal indiciado decida entregarse por su cuenta 5 días después del homicidio, tiempo suficiente para que le hayan podido señalar que decir a la hora de entregarse. La iglesia al reaccionar al golpe, trás los señalamientos del arzobispo de Valencia Jorge Uroza Savino dieron pie a que el Diario El Nacional titulara en cuatro columnas en su primera plana del domingo 5 de abril del 98. “Narcotraficantes asesinaron al vicario de Puerto Cabello”
El prelado Monseñor William Guerra había denunciado en el programa de radio que conducía cada domingo, el funcionamiento de clínicas de aborto, la presencia creciente del narcotráfico y hasta afirmaría haber visto helicópteros lanzando bultos de cocaína en playas cercanas
Cabos sueltos expresión usada y manoseada hasta el cansancio con una jerga de investigaciones que, en este caso, brotan espontáneo; en cada caso de Puerto Cabello, una historia una teoría, un dato, lo cierto del caso es que hubo un muerto pero hay detalles, Vitico negó en su balbuceo público que haya querido robarlo. Entonces ¿para que lo asfixió?
Ese día sábado de la muerte de Guerra luego de bautizar a niño de apellido notable a las 4:00 de la tarde en su última misa en la Iglesia Nuestra Señora del Rosario, el clérigo salió presto, alrededor de las 8 y 40 de la noche a su apartamento en el edificio Vistamar de Cumboto Norte con la intención de refrescarse, tomar una ducha, descansar un rato, quizás, para luego de salir a la celebración de sacramento que había impuesto al pequeñín de José Isabel Rivas. Dejó su automóvil aparcado en el edifico en la residencia de los Rivas, degustó una parrilla, se tomaría algún escoces y departiría gustoso en calidad de invitado especial. El anfitrión y dos acompañantes acompañaron al padre hasta la entrada de su edifico aproximadamente a las 11 y 15 de la noche. Ellos fueron los últimos que lo vieron con vida y por lógica sus victimarios.
¿”El Vitico” y el menor de edad lo abordaron en su apartamento, lo secuestraron y luego lo soltaron en San Esteban?
¿Alguien le encargó al Vitico que le dieran un susto a William Guerra, pero se le pasó la mano?
¿La mafia lo mandó a eliminar, porque podría ser peligroso con las informaciones que emitía a través de la radio?
Si se trataba de matarlo porque no apelar a la efectividad de un balazo en el lugar de arriesgarse al forcejeo cuerpo a cuerpo? ¿Por qué no se llevaron el automóvil y hacerlo desaparecer con el cadáver para ganar tiempo y asegurar la huida?
Otra tesis ellos estaban en su apartamento, ¿lo aterrorizaron, golpearon y lo soltaron en San esteban para despistar?
¿Quién manejaba el automóvil, mientras Vitico asfixiaba al sacerdote y el chico de 14 años lo cortaba con la botella que se supone quebró en la frente de Monseñor? ¿Hubo un tercer sujeto?
¿Qué sabía o había dicho William Guerra que preocupaba tanto al poder narco?
Se conoció que Víctor “Vitico” Mendoza, falleció en la cárcel de Tocuyito años después de este hecho.
Quedaron las interrogantes a 23 años de haber sucedido.
Información tomada de la revista Exceso edición Nº 109 junio 1998